Hay una estricta continuidad entre el pensamiento religioso que atribuye a Dios un poder que está por encima de la naturaleza y el pensamiento “secular” moderno que atribuye ese mismo poder sobre la naturaleza al Hombre. Como Dios antes que él, este Hombre separado y ubicado por encima de la naturaleza no tiene cabida en la filosofía de la inmanencia. Como Dios también esta figura trascendente del Hombre conduce pronto a la imposición de la jerarquía y la dominación sociales. El antihumanismo se concibe pues como un repudio de toda trascendencia, que en modo alguno debe confundirse con una negación de la VIS viva, la fuerza creativa de la vida que anima la corriente revolucionaria de la tradición moderna. Por el contrario el repudio a la trascendencia es la condición de posibilidad que permite concebir este poder inmanente, una base anárquica de la filosofía: “Ni Dios, ni amo, ni el Hombre”
Una vez que reconozcamos nuestros cuerpos y mentes post humanas, una vez que lleguemos a vernos como los simios y cyborgs que somos, tenemos que indagar las VIS viva, las fuerzas creativas que nos animan del mismo modo que animan a toda la naturaleza y que nos permiten desarrollar nuestras potencialidades. Este es el humanismo posterior a la muerte del Hombre; lo que Foucault llama “Le travail de soi sur soi” {el trabajo de uno sobre uno} El proyecto constitutivo constante de crear y recrear el mundo y a nosotros mismos.
{Extraido de: IMPERIO, Michael Hardt- Antonio Negri}
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario