martes, 26 de agosto de 2008

Castro cumple 82 (continuación...)

Siguiendo con la entrevista que Playboy le hiciera a Castro en 1967 me doy cuenta de como este tipo de condiciones se siguen repitiendo aun casi idénticamente en nuestro país cuando vemos unas extraordinarias cifras macroeconómicas que hablan de una prosperidad que prácticamente existe sólo en Lima mientras que en el resto del Perú, sobre todo en el sur, la gente sigue viviendo en una extrema pobreza mientras que muchos de nuestros políticos, amarrados con los empresarios que respetan sólo los intereses de las grandes transnacionales y que los colocaron en el puesto, no hacen nada o peor aun roban a sus anchas. Estas son las condiciones de peligro que hacen que aparezcan grupos como sendero. No estoy de acuerdo con las dictaduras pero me pregunto también que hubiera hecho en el caso de Cuba o que podría hacer, como contribuir, para que haya justicia y a través de ella venga por fin la paz y la prosperidad en nuestro hermoso país..

Castro: ... ¿Qué era lo que faltaba? Los mercados. Nos faltaban mercados internos y externos. Casi todo nuestro comercio era con Estados Unidos. En algún sentido eso, originalmente, tuvo una base natural; o sea, se trataba de un intercambio de productos que eran fácilmente producidos en Cuba, que Estados Unidos necesitaba y que se intercambiaban por productos que producía Estados unidos y que Cuba necesitaba. Pero eso se fue deformando debido a una serie de privilegios tarifarios para los bienes norteamericanos que Estados unidos le impuso a Cuba. De esa manera, los productos industriales norteamericanos adquirieron una ventaja notable, por encima de otros países. Naturalmente nosotros comenzamos un pequeño intercambio comercial con el resto del mundo; pero bajo las circunstancias, estaba muy por debajo de nuestro verdadero potencial, y eso causo el estancamiento total de nuestro desarrollo económico. En los treinta años anteriores al triunfo de la Revolución, la población de Cuba se duplicó. Sin embargo, en 1959, 7 millones de personas estaban viviendo de los ingresos de prácticamente el mismo monto de exportaciones de azúcar que cuando éramos 3.5 millones de habitantes. Sobrevino un desempleo enorme. Los intereses de negocios norteamericanos aquí estaban enviando a Estados Unidos 100 millones de dólares por año de ganancias; más que lo que nosotros habíamos estado recibiendo durante los últimos diez años anteriores a la Revolución. Así que el pequeño país subdesarrollado estaba ayudando al gran país industrializado. Si uno venia a La Habana en aquellos días, uno veía una ciudad con muchos negocios, muchas luces de neón, muchos carteles de propaganda, muchos automóviles. Naturalmente, todo eso podía dar la impresión de una cierta prosperidad; pero lo que significaba, realmente, era que estábamos gastando los pocos recursos que nos quedaban para mantener una vida elegante para una minoría muy pequeña de la población. Esa imagen de prosperidad no era verdadera en el interior de Cuba, donde la mayoría de la población necesitaba agua corriente, cloacas, caminos hospitales, escuelas y medios de transporte; donde cientos de miles de trabajadores del azúcar tenían empleo tan solo tres o cuatro meses al año y vivía en las peores condiciones imaginables. Existía una situación paradójica en la que aquellos que producían la riqueza eran precisamente los que menos se beneficiaban de ella. Y aquellos que gastaban la riqueza no Vivian en el campo, no producían nada y tenían una vida fácil, ociosa y propia de los hacendados. Teníamos una clase pudiente, pero no un país pudiente. Esa falsa imagen de prosperidad, que era realmente la prosperidad de una sola y pequeña clase, era la imagen de Cuba antes de la Revolución que Estados Unidos aun trata de presentar, para mostrar cuantas privaciones nuestro pueblo pasa hoy en día. Tratan de esconder no solamente la verdadera imagen de lo que acontece en Cuba hoy, sino también la verdadera imagen de la época pre-revolucionaria, la imagen de las terribles condiciones sociales y económicas en las cuales vivía la amplia mayoría del país. Naturalmente, nosotros no hemos hecho rica a esa mayoría desde que empezó la Revolución, pero hemos mejorado extraordinariamente sus condiciones de vida. Le hemos garantizado la asistencia médica en todo momento; hemos terminado con el analfabetismo y le hemos ofrecido a todo el mundo las facilidades y oportunidades para estudiar, tanto a los niños como a los adultos. Se han construido cientos de miles de viviendas, así como también numerosas carreteras, caminos, calles, parques, acueductos, sistemas cloacales. Hemos proporcionado comida, vestimenta, atención médica, pleno empleo; en síntesis, todo lo que estaba en nuestro poder para mejorar las condiciones de vida de esa amplia mayoría, aunque todo eso tuvo lugar en detrimento de la vida de lujo que la minoría una vez tuvo aquí. (...)

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